La espera no valió la pena, normalmente es la cabeza la que dice basta, pero en este caso la orden vino de abajo. Todo pasó por una disfunción múltiple de elementos. Corazón, cabeza y alma; herido y dolido respectivamente...
La bestia enseñó el pecho y la bella le clavó un puñal, la dama mordió al vagabundo, la sirena ahogó al marinero. Siempre que mostraba sus cartas terminaba perdiendo, pensó que esta vez iba a ser distinto, iluso, pero fue peor, arriesgó y perdió; indiferencia y apatía se unieron para hundir en la miseria la poca autoestima que le quedaba. Él siguió oliendo el rastro, desenterrando huesos, mordiendo flores pero la herida siguió abriéndose y no le quedó otra que recoger sus bártulos y volver al agujero a donde ya pertenece para dormir eternamente...
Lo que para algunos es la vida para otros es un juego...
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